lunes, 28 de septiembre de 2009

"Que no panda el cúnico!" o de cómo "Don't panic!" se convirtió en la frase estrella de la primera semana

Mi nueva profesora de francés me cae bien.

Esto puede parecer cualquier cosa pero con mi historial de profundo odio hacia profesor@s de francés durante my whole life, se convierte en algo totalmente nuevo y desconocido para mí. Como es nuevo y desconocido para mí el hecho de compartir clase con cerca de un centenar y medio de personas, de las cuales no conozco a la gran mayoría (creo que sólo conocía a un par de chicas de antes y una de ellas me habla y la otra hace como que no me conoce; sí me refiero a tí, estúpida del pelo rizado que se hace la loca, Te Conozco. Pero tranquila no tengo intención de ser tu amiga ni nada :) ).

El caso es que había pensado hacer una descripción sobre mis actuales profesores de universidad, créeme (escribo como si tuviera un receptor y todo, qué optimismo tan repentino) uno de ellos seguro que merece un post entero cuando haya estado en más de una clase suya.
Había pensado escribir sobre mis profesores nuevos, raras especies con inexplicables ganas de enseñar, con verdadero entusiasmo en el tono de su voz al hablar sobre las clases venideras, sobre proyectos y trabajos, con alegría, con ganas de vivir, con esperanza.
¿A nadie más le asusta, inquieta o al menos, sorprende todo esto?

Será que no estoy acostumbrada a encontrar a gente a la que le guste la lengua y la literatura, gente que va a mi clase me refiero, que también van a botellones y que tienen acentos raros porque no nacieron aquí y cuyas voces con extraños acentos se tiñen de envidia al saber que soy de aquí y que vivo con mis padres. Envidia que me es del todo incomprensible. Parece que no soy la única bicho raro al fin.

Y no sé si es por la falta de sueño o por aburrimiento o porque se me ha acabado la cuerda, pero este post ya va decayendo porque ya no tengo con qué improvisar. Además no quiero escribir cosas absurdas que no tengan al menos un mensaje absurdo o algo, en serio no quiero jugar con las palabras temerariamente. No ahora que sé a lo que me enfrento, no después de mi clase de Lexicología de hoy.
No ha sido una clase propiamente dicha en el sentido estricto de la palabra, más bien el profesor se ha limitado a presentarse.

Durante una hora.

En inglés.

Divagando sobre el arte de analizar diccionarios y otras cosas que no retuve demasiado tiempo en mi pequeño cerebro (la retención de líquidos en mi cuerpo es otra historia).

Me suena que dijo algo sobre su inglés de los montes y sobre "caminante no hay camino, se hace camino al andar" y recuerdo también un par de silencios elocuentes después de escribir en la pizarra las palabras: "beach" y "sheet" seguidas respectivamente por un símbolo de antonimia y puntos suspensivos.

¿Pero quién soy yo para hablar de estas cosas?

Un número.
Un número en una clase de casi ciento cincuenta personas de Traducción e Interpretación.


Así que vamos, no os cortéis levantad el ratón y comentad, en este blog se tiene muy en cuenta la participación.

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