lunes, 17 de octubre de 2011

La verdad tras las gafas de sol


Como muchas otras personas, en el increíblemente caluroso sur de España, yo llevo gafas de sol. Llevo gafas de sol en verano, cuando la piel se derrite al contacto con el fuego del aire y las pupilas arden con el reflejo del suelo; llevo gafas en lo que en otras zonas del planeta se conoce como "primavera" y "otoño" -cuando pasamos de un frío sin piedad a un calor sofocante. Incluso llevo gafas en invierno, porque aquí en el sur de la Península del Verano, SIEMPRE hace sol.

Resulta que las gafas de sol poseen una cualidad que las diferencia notablemente de las gafas de vista: sus cristales están tintados. Así de primeras esto puede asustar, pero que nadie se escandalice, esto es así y no está en mi mano cambiarlo.

¿Por qué digo esto? Sé que a mis magníficos lectores esta noticia no les descubre nada nuevo puesto que su intelecto es muy superior a la media y son gente informada, preocupada por estar al día en asuntos tan trascendentales como el que nos ocupa. Sin embargo, lo cierto es que hay algunas personas que aún viven ajenas a este hecho científico, desamparadas en la ignorancia de que tras los cristales de unas gafas de sol, se esconden un par de ojos humanos y no dos agujeros negros.

Estas personas necesitan que sus vidas se iluminen con la luz de este descubrimiento, necesitan, deben saber que al mirarte las tetas descaradamente, tus ojos detrás de los cristales oscuros perciben el gesto, que ves esa mirada que te recorre de arriba a abajo o esa mueca de desprecio. Ciudadanos del mundo, tras los cristales de unas gafas de sol: ¡Hay vida!


PD: ayudadme a difundir la buena nueva. Dichosos aquellos que llevan gafas de sol porque ellos se librarán del cáncer de córnea.

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