jueves, 23 de abril de 2009

Muerte en el paso de cebra

Con un título tan explícito pensaréis que ya he contado el meollo de la historia que nos acontece. Pues no. No mis queridas e inexistentes mentes lectoras, en absoluto. La historia empieza una perezosa tarde laborable de paseo por la ciudad. Hace un día bonito, el sol brilla con fuerza achicharrante, los niños juegan y gritan como demonios que son , las palomas se te cagan en la cabeza desde los árboles...Un día primaveral sin alergia de los que hay uno cada bisiesto. En esas estaba yo, admirada por la belleza contaminante de la ciudad, charlando con un amigo que no veía desde hace tiempo cuando, somos atacados por una salvaje paloma radiactiva, que por lo visto, llevaba toda la intención de meternos las plumas del ala en un ojo. Con lo que me molesta a mí que me toquen la retina sin tener confianza. Tardamos unos momentos en recuperarnos del susto y es en ese momento cuando supe que el brillo maligno de esos ojos opacos me perseguirían en mis pesadillas para siempre.
Profundamente turbada, dejé que el humo de los coches me envolviera en sus tóxicos brazos gaseosos e intenté olvidar el incidente de camino a casa. Los hermanos Gallagher casi me habían hecho olvidar el trauma cuando, en un paso de cebra ocurrió.
Estaba cruzando deprisa porque veía que los coches se habían puesto en movimiento y se acercaban con velocidad arrolladora. Pero ¡tragedia! Una despistada mujer con un móvil avanzaba temerariamente despacio sin fijarse en los coches ni en la anciana sordomuda en silla de ruedas que la adelantaba (tampoco el gesto obsceno que la anciana motorizada le dedicó). Era la típica jefa que se tira a su secretario,vamos, la del móvil digo. Pobre, mandando sms comprometedores justo antes de morir atropellada ¿hay algo más original que eso?
Después...un pitido, un grito, un toque al móvil, una carrera y...se salva (sí, yo también esperaba desgracia pero ya lo he avisado).
Lo siguiente que oí fue algo como:" ¡Mierda!¡Me he quedado sin saldo!" Así que supuse que no tenía ni conmoción ni shock ni se había despeinado. Pero yo sí que tuve un momento de shock. De hecho el terror me paralizó cuando, en una milésima de fracción decimal de un segundo me fijé en el semáforo y lo vi. Vi el brillo rojo de los ojos opacos de la paloma brillando amenazadoramente en aquel semáforo. Y tenía razón, desde entonces me persigue en mis más negras pesadillas. Tanto es así que hasta me ha cambiado el horario de sueño.

No he vuelto a dormir en clase.


Chan
Chan

1 comentario:

Jorge dijo...

Jajaja, es como el borrego negro que se salió del corral y me persigue desde entonces. (Juan José Arreola). Me agrada, es gracioso para mí. Preocupación extra por el celular antes que por el ataud.
Saludos!!!